Opinión

6 de junio: triunfo democrático radical | Artículo

Siendo una votación “intermedia”, debe valorarse el grado tan significativo de participación: entre el 51.7 y 52.5 por ciento de sufragantes

I

Los resultados de la elección del 6 de junio, partiendo aún de la información que aporta el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), tienen que ser calificados en primer lugar, tal y como lo dijo letra a letra el Presidente de la República en su mañanera de un día después, una clara y decisiva ratificación del voto masivo que en julio de 2018 decidió iniciar un proceso global de transformación de nuestro país. Con un destacado elemento político que cualquier analista tiene que resaltar: la ausencia en las boletas de la figura-líder de tal proceso de transformación, lo que muestra hasta dónde ha calado en positivo, en la población en general, el esquema global sobre el que se mueven los procesos transformativos iniciados ya hace dos años y medio.

Siendo una votación “intermedia”, debe valorarse a la vez el grado tan significativo de participación: entre el 51.7 y 52.5 por ciento de sufragantes, lo que reafirma algo más que ha sido subestimado por los críticos e hipercríticos de “La 4ª”, a saber, que la emergencia de la lucha ciudadana que llevó a AMLO a la Presidencia de México se sostiene, y todo parece indicar que se sostendrá y reafirmará en definitiva de cara a los comicios de 2024.

Que tal participación ciudadana aparece como dispersa y rizomática, disparada por cuerpos sociales y políticos complejos y heterogéneos, es algo que ha despistado a los críticos de “La 4ª”, olvidando que vivimos realmente en un proceso de transformación significativamente radical (remito a lo radical en su connotación “de raíz”), donde las estructuras y los esquemas organizativos tradicionales “de régimen” o “de movimiento”, en muchos sentidos, han terminado –o están en vías– de fenecer.

II

Distingue la confusión en torno al significado de los resultados electorales del 6 de junio la forma en que algunos medios periodísticos, electrónicos y televisivos, “leen” lo que consideran distintivo y destacable del proceso comicial. “Morena y aliados pierden la mayoría calificada”, señala un periódico nacional del 7 de junio en sus ocho columnas. ¿Eso es lo verdaderamente relevante del análisis? Mucho más acertada en todo caso es “el matiz” que impone a tal resultado la lectura que le da otro medio periodístico nacional, también en sus ocho columnas: “Apretada mayoría en el Congreso de Morena y aliados”. Lo cierto es que “Morena y aliados” obtienen la fuerza política necesaria en el Poder Legislativo para seguir siendo allí el motor político de un proceso de cambios que, todos sabemos, requiere y requerirá, en positivo, de una estrategia de negociaciones y de alianzas con un bloque “opositor” que ha recuperado el aliento –cuando ya era prácticamente un cadáver– por el bien de la construcción de un “México plural”.

Pero ¿qué puede representar, en una visión política más inteligente y de “más amplio espectro”, el hecho de que, aun sin la mayoría calificada en el Congreso, “Morena y aliados” conquisten –siguiendo aquí también los datos que ofrece el PREP– 11 de las 15 gubernaturas que se encontraban en juego? Simple y llanamente que “ahora sí” podremos apostar a una construcción republicana, liquidando o limitando poderes del PRI, del PAN y del PRD que habían convertido a las entidades federativas en sus fuentes máximas y más robustas de corrupción y de manejo político discrecional.

¿Casos a enumerar? No es este el lugar ni el momento para hacer un recuento puntual y pormenorizado de este último fenómeno. Pero sí pudiéramos marcar un caso paradigmático, así este no sea de los ya muy calificados procesos de desastres gubernativos que corresponden a los ya clásicos “árboles torcidos” con marca PRIAN. Me refiero al desastre de la ruta dejada por el gobernador Silvano Aureoles en Michoacán, personaje siniestro que navegó en su gestión con el disfraz de ser un militante de la izquierda, desde las siglas del PRD.

¿No queda claro, en lo que estamos hablando, que la emergencia de las “nuevas gubernaturas” morenistas –y aliados– implica una reconfiguración global del escenario político nacional, en una ruta que permite rearmar el rompecabezas de la lucha que mantiene “La 4ª” para cerrar exitosamente su ciclo de transformaciones hacia el 2024, y apuntar a un recambio político sexenal que tenga mayores y mejores posibilidades de éxito en lo que, inevitablemente, tiene que ser pensado y madurado para un periodo de más largo plazo y aliento?

Cuartoscuro

 

III

Otros elementos destacan de la presente elección. Parecerían temas menores, pero creo que son de máxima consideración. A saber: que lo que hace muy poco tiempo se consideraba una “vía de salida” al asfixiante “sistema de partidos”, desde las candidaturas independientes (como la que representó en su momento el tan afamado como inflado “candidato independiente” a quien todos conocimos o conocemos como “El Bronco”, de nombre Jaime Rodríguez Calderón) o desde los “partidos emergentes” –como Fuerza por México, para poner un caso–, se quedaron en el vacío de una simple idealización.

La derrota escandalosa de un “morenista” que, por razones inconfesables, decidió enfrentar al “morenismo” de su entidad federativa, Michoacán, bajo el cobijo de Fuerza por México, deberá ser sin duda una lección importante a conservar. Cristóbal Arias se encaminó hacia un precipicio político “anunciado”, quedando en el tablero político nacional como un personaje que perderá crédito y lo que le quedaba en la buchaca de popularidad. Algo parecido sucedió en otros ámbitos del país, donde algunos conocidos personajes de inclinación “izquierdista” creyeron que Fuerza por México tendría reales posibilidades de competir.

 

IV

El caso de la Ciudad de México deberá revisarse desde otros ángulos, pues queda claro que allí el partido Morena y aliados tuvieron descalabros o derrotas que modifican políticamente la relación de fuerzas del tablero político de la capital. En un esquema que obliga o lleva a revisar puntualmente cómo es que la Coalición Juntos Haremos Historia triunfa –aún nos mantenemos en los datos del PREP– en sólo 6 de las 16 Alcaldías, perdiendo espacios tan importantes como el de “la Cuauhtémoc”, considerada desde hace mucho tiempo como una demarcación “cargada hacia la izquierda” (primero perredista, luego morenista).

*

Un amigo mío, dedicado desde hace mucho tiempo a la política, me dijo hace aproximadamente un mes que “la elección del 6 de junio no nos daría en realidad ninguna sorpresa”. No revelaré aquí lo que yo en ese momento contesté. Pero el hecho es que estos procesos comiciales han sido “más que sorpresivos”, al modificar en forma sustantiva el conjunto de los planos del tablero político nacional.

JULIO MOGUEL

 

 

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Redacción

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