Durante Revolución Mexicana, los jefes revolucionarios emitieron sus propios billetes y vales, lo que complicó el problema monetario que sufría el país, pues los billetes únicamente valían mientras su emisor tenía el poder y dejaban desamparados a los dueños si es que lo perdía, además de que ocurría una falsificación masiva de piezas.
Hacia 1915, mientras se consolidaba el dominio de los constitucionalistas, estos decretaron que el único papel moneda válido sería el emitido por ellos, y para evitar las falsificaciones, la fabricación de billetes se encargó a la American Bank Note Company de Nueva York.
El plan inició en julio de 1915; sin embargo, su implantación no fructificó hasta 1916. Todo esto antes de que el Banco de México (Banxico) iniciara sus funciones en septiembre de 1925. A dichos billetes se les conoció como “Los infalsificables” dado su carácter más sofisticado.
Uno de estos, el de 100 pesos, se vende en plataformas como Mercado Libre hasta en 3 mil 900 pesos.
Los infalsificables, relata Banxico, tuvieron un destino que no fue muy distinto al de las emisiones revolucionarias anteriores, ya que sufrieron una devaluación fulminantes y para fines del año en que se pusieron en circulación ya eran inutilizables.
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