Hace justo un año, la NBA se estremeció al conocer el momento en el que se encontraba Delonte West, quien jugó diez temporadas en la liga, ganó millones y millones de dólares y, sin embargo, estaba en la más absoluta inmundicia. A sus 36 años, vivía en la calle, sufría problemas mentales y luchaba contra sus adicciones. Un vídeo suyo viralizado en las redes sociales, donde aparecía siendo pateado en el suelo, y otro posterior en el que el exjugador, esposado, intentaba explicar el incidente, sacudieron las conciencias del deporte estadounidense.
Afortunadamente, aquel pozo en el que se hallaba parece que es ahora historia. Su recuperación empezó hace unos meses, cuando Mark Cuban, dueño de los Dallas Mavericks, acudió en su ayuda y le ofreció todo aquello que necesitase para salir adelante, empezando por acudir a un centro de rehabilitación de drogas. Era el mes de septiembre.
Según se ha podido saber esta semana, West ha comenzado su particular remontada. El exjugador ha encontrado trabajo en un centro de rehabilitación de drogas en Florida llamado Rebound, el mismo al que Cuban le animó a ir. Unas recientes imágenes muestran a West montando a caballo, haciendo piragüismo y jugando al baloncesto, unos hábitos saludables que parecen ser la evidencia de su mejoría.
West fue elegido en el número 24 del draft de 2004 por los Boston Celtics y jugó diez temporadas en la mejor liga del mundo. Pasó también por los Dallas Mavericks, los Seattle Supersonics y los Cleveland Cavaliers, donde coincidió con LeBron James. No era una estrella, pero sí un jugador cotizado que acabó su carrera con unos promedios más que decentes: 9,7 puntos por partido y 3,6 asistencias durante la temporada regular.
En 2009 fue detenido en su coche por superar el límite de velocidad. Cuando los agentes abrieron el maletero encontraron diversas armas de fuego para las que West no tenía licencia. También fue sonado su desencuentro con Gordon Hayward, al que metió un dedo en la oreja tras un pique durante un partido entre los Mavericks y los Jazz.
Fue poco antes de su adiós definitivo a la NBA. Su carácter, las lesiones y las adicciones fueron arrastrando a West hacia un pozo sin fondo. Agobiado por las deudas, no supo reconducir su vida y acabó mendigando en la calle, en el mismo lugar donde fue grabado hace un año en el último episodio de su caída a los infiernos. Ahora, por fin, parece ver de nuevo la luz.
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