Israel y Hamas se han enfrentado en tres ocasiones, donde han llevado a sus territorios a estar en guerra desde el 2007 y cuando se creía que los conflictos habían terminado, resurgen hace un mes por un enfrentamiento entre la policía israelí y musulmanes, en la Mezquita de Al Aqsa un espacio sumamente sagrado para judíos y musulmanes.
La policía israelí lanzó granadas paralizantes dentro de la mezquita, siendo la principal provocación para que los militantes respondieran con mayor agresión y se suscitara una nueva guerra.
Los conflictos de esta magnitud siempre acarrean una historia profunda detrás. Años de luchas constantes entre judíos y musulmanes quienes guardan en su propia genética y su memoria una hostilidad de mucho tiempo atrás.
Al día de hoy las Fuerzas de Defensa de Israel han informado que se han lanzado más de 2mil cohetes desde Gaza hacia distintos puntos en Hamas y la jihad islámica, las cuales están muy cerca de edificios civiles, provocando ya la cifra de muertos de 119, incluidos 31 menores.
Aviones no tripulados que han querido cruzar a Israel desde Gaza, han sido derribados, los misiles interceptados, cohetes lanzados por la milicia palestina han afectado a los habitantes de Ashkelon, Sderot y otras poblaciones israelíes muy pegadas a la Franja de Gaza.
Las fotografías nocturnas que se han publicado del lanzamiento e intercepción de los cohetes de Hamas son impresionantes. La violencia va en aumento y las escenas de drama de mujeres y niños llorando son escalofriantes.
Como son de esperarse, los edificios destruidos o desplomados, coches con las llantas hacia arriba, ciudadanos y rescatistas corriendo entre escombros para rescatar a quien se encuentre con vida.
Los ataques aéreos llegan sin saber por dónde, edificios que se desploman por el impacto, el ruido ensordecedor y las vidas que se pierden, más el odio que se genera ya a estas nuevas generaciones los suman a un conflicto que parecerá no tener fin.
Según fuentes más de 5000 soldados israelíes han sido llamados para actuar en Gaza, es decir no es un conflicto que terminará pronto.
Los civiles, los menos culpables son los que más sufren. La gente ha perdido la serenidad de dormir, pues en cualquier momento podrían convertirse en el objetivo de cualquier misil. Los testimonios de civiles que han visto cómo la gente ha salido volando o desaparecido en cuestión de segundos, se multiplican en los medios.
Ciudades y generaciones que lamentablemente han aprendido a vivir bajo una cultura y una religión en conflicto.
En la imagen que hoy les presento, tomada por el fotoperiodista Abir Sultan, una joven camina con su celular en la mano, frente a un edificio recién dañado por un bombardeo.
Su rostro pareciera que va pensando en cualquier acción cotidiana, quizá hasta vaya hablando por teléfono en altavoz, o recién haya tomado una fotografía de la pared perforada.
Ella camina mirando de frente, el ceño fruncido por el sol de mediodía que le da en la cara pero nada más.
Justo hoy un primo hablaba sobre la contrariedad del término “normalizar”, porque nadie pensaría en hacerlo si es algo que nos afecta, molesta o daña. Sin embargo la propia cotidianidad de los días, nos va llevando a incluir escenas que en un principio nos parecían desagradables y dolorosas, a hacerlas parte de.
Esta chica es el ejemplo claro de ello, ella ha decidido salir a caminar por cualquiera que sea la razón, el fotoperiodista la captó en un momento o quizá un micromomento en donde ella luce normal, o al menos sin ningún tipo de afectación que tanto usted y yo podamos interpretar.
Los seres humanos y como sociedad nos hemos vuelto cada vez más inherentes a lo que solo nos beneficia, es decir, si el edificio de a un lado está por caerse, o hay una niña llorando en la esquina porque tiene hambre, lo pasamos de largo, mientras no nos interfiera en la rutina diaria.
Así es la secuencia de la vida y una fotografía como esta, nos la pone de frente para cuestionarnos si aún nos queda un poco de sensibilidad y cercanía con lo que pasa a nuestro alrededor, o solo estamos inmersos en lo que en nuestras burbujas personales sucede.
La visión de quien fotografía lo descubre, muchas veces de manera espontánea y otras tantas buscadas, para después recordarnos a quienes observamos con nuestro propio lenguaje visual si podríamos ser como la chica que pasa sin ver o como un observador que resiente y camina con miedo a que, en cualquier momento, un misil de ese tamaño nos vuele por los aires.
Los más inocentes están muriendo, en un conflicto de territorios que parece no tener fin.
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