Por primera vez en cuatro décadas, el río Bravo, el quinto río más largo de Estados Unidos se secó en Albuquerque la semana pasada. Con el agua desaparece el hábitat del pequeño carpa chamizal, un reluciente pez de la zona del tamaño de un dedo meñique.
Si bien unas lluvias trajeron agua al río, conocido por los estadounidenses como río Grande, los expertos advierten que el suministro de agua será cada vez más frágil y de que las actuales medidas de conservación podrían no alcanzar para salvar al carpa chamizal.
En 1994 el gobierno estadounidense incorporó al carpa chamizal a su lista de especies en peligro de extinción. Los esfuerzos por salvar al pez, no obstante, tropiezan con la demanda de agua y el cambio del clima.
Años de sequías, temperaturas sofocantes y una temporada de lluvias imprevisible acaban con lo poco que queda de su hábitat. Su única esperanza son las lluvias.
Cuando partes del río se secan, las autoridades usan redes y cercos para sacar a los peces de charcos cálidos y trasladarlos a tramos del río por los que todavía corre el agua. La tasa de supervivencia del pez al ser rescatado es muy baja, de apenas el 5 por ciento, por el estrés.
«El cambio climático avanza tan rápidamente que rebasa todas las herramientas que hemos desarrollado en las últimas décadas«, manifestó John Fleck, investigador de la Universidad de Nuevo México.
Otro problema es que, en medio de la peor sequía que vive el oeste de Estados Unidos en 1.200 años, las lluvias de junio no trajeron suficiente agua al río.
«La época y la localización de las tormentas no bastaron para hacer que el río fluyese de nuevo», dijo Dave Dubois, climatólogo estatal de Nuevo México.
El estado ofreció a los granjeros pagarles para que no planten sus productos, para aliviar la crisis de este año, pero pocos aceptaron. Los cultivos en pequeña escala son una tradición histórica en Nuevo México, donde los agricultores riegan sus campos mediante canales de arcilla que cruzan sus patios y conservan sus tierras por razones culturales.