UNO de los indicios que revela elementos de descomposición en los regímenes populistas y de caudillos se percibe en la poca resistencia a la crítica. Pero el asunto entra en los linderos de la censura autoritaria, cuando periodistas atacan a periodistas para defender a políticos, sacándoles a éstos las castañas del fuego.
La prensa nada tiene que hacer defendiendo políticos y gobernantes. El uso de la prensa para que los políticos ataquen a periodistas y adversarios es una perversa herencia del sistema político priista.
En un ensayo provocador de 1932, el comunista Paul Nizan –compañero entrañable de Jean Paul Sartre– atacó a los profesores de filosofía que defendían a los regímenes conservadores y los caracterizó como “los perros guardianes”; en EU, los periodistas que critican al poder se asumen como “perros vigilantes”. Han sido los dos extremos.
El columnista y editor digital Federico Arreola, que fue asesor de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones de 2006, rompió lanzas contra el columnista Ricardo Alemán, conocido como el más severo crítico de López Obrador. Alemán conoció al tabasqueño en los 90 en el edificio de La Jornada, donde el tabasqueño tenía unas oficinas sin ser periodista y mantuvo relaciones nada agradables, porque sus despachos colindaban.
Lo malo de Arreola, en una columna última publicada en el sitio de El Sendero del Peje, no fue defender al presidente López Obrador, sino atacar sin reglas y a mordidas al columnista Alemán y de paso regañar al periódico El Debate –una cadena de varios diarios en Sinaloa– por publicar los textos de Alemán. El dato no debe pasar de largo: ningún periodista tiene la autoridad política o moral para delimitar la sección de colaboradores de los diarios, y menos cuando se trata de diarios prestigiados, con años de lucha contra los abusos del poder y con formación de empresa privada.
El título de la columna de Arreola dibuja al autor: ¿Por qué el miserable periodismo de El Debate contra López Obrador?; Arreola ataca al medio y no al columnista crítico. La connotación crítica del adjetivo miserable no sólo es desproporcionadamente ofensiva, sino que hace asumir a su autor la defensa apasionada del Presidente en turno. Lo que queda por indagar es el papel actual de Arreola con López Obrador, porque el Presidente en funciones suele azuzar a sus aliados para criticar a sus críticos como perros de presa, como lo confirman los textos incendiarios del otro asesor funcional: Epigmenio Ibarra.
Toda la historia de credibilidad, lucha contra el poder y papel social responsable frente a sus lectores de los periódicos El Debate fueron desprestigiados por Arreola, por el solo hecho de que esa cadena publica en su derecho como empresa privada, las columnas de Alemán. Pero en lugar de criticar el contenido de las columnas de Alemán, Arreola utiliza el viejo esquema de desprestigiar al autor y al medio que lo hospeda. En realidad, Arreola carece de argumentos analíticos y periodísticos para refutar a Alemán y por eso se lanza contra su credibilidad.
Llamar “miserable periodismo” al que practica El Debate no es en realidad un insulto, sino una expresión de impotencia intelectual, política y moral. Y se completa con la cadena, llena de resentimiento apasionado, de insultos del periodista Arreola al periodista Alemán; desquiciado, odiador, enfermo, perverso, lucrado, resentido, loco… entre otros.
Lo más grave de la columna de Arreola es que está armada para presionar a El Debate para que despida a Alemán de sus páginas, en los mismos estilos que Alemán ha sido despedido de otros medios –El Universal, La Jornada, Milenio– por el contenido periodístico crítico de sus textos. Es decir, un periodista ex asesor de López Obrador sale en defensa de López Obrador y pide que el autor de la crítica contra López Obrador sea corrido –ya no digamos despedido, en términos de ley– de un periódico.
Los periodistas no deben estar inmunes a las críticas, inclusive con estilos similares a los que usan para criticar; la polémica entre comunicadores es una especie de vacuna contra los excesos y los abusos de la prensa. Pero la columna de Arreola recuerda los estilos usados por el poder en los tiempos priistas para anular, inhibir, cuestionar y acallar a la crítica. Hay que recordar los lenguajes y acciones de Manuel Bartlett Díaz como secretario de Gobernación del presidente De la Madrid para quitarle –una verdadera expropiación por razones de censura– la revista Impacto a Mario Sojo, por el contenido crítico de muchos de sus colaboradores.
Mal comienza el presidente López Obrador si permite abusos autoritarios de sus simpatizantes contra la crítica justo en los momentos en que en El Financiero afirmó que nada haría contra la libertad de expresión. Y aquí no opera el argumento de que Arreola se manda por sí mismo, porque su cercanía a poder lopezobradorista le confiere al columnista facultades plenipotenciarias.
Política para dummies: La política es el territorio del debate para evitar el uso de la fuerza autoritaria.
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