Habitual en los medios, la prensa y las portadas del corazón, Cristiano Ronaldo ha mantenido durante la pandemia un perfil discreto, casi oculto, como si el virus le hubiese encerrado en Instagram: el único lugar del mundo que mantiene conectado al crack. A mitad de camino entre los 30 y los 40, su carrera, como la de cualquier atleta, debería encontrarse en un lento proceso de desaceleración. No es el caso del goleador más determinante de la década, que escapó de la cuarentena convertido en un chaval.
En las últimas horas marcó dos goles. Los efectos de su doblete conseguido en solo tres minutos contra la Lazio, son multiplicadores: la Juventus está cada vez más cerca de su noveno campeonato consecutivo, segundo para él; el atacante se pone a cuatro anotaciones de Lewandowski (34), líder en la lucha por el título de goleo a falta de cuatro jornadas para terminar, y alcanzó la cifra de 50 goles en la Serie A.
Otro dato que sirve para entender su trascendencia: Cristiano acaba de convertirse en el único jugador en la historia en marcar esa cifra en la Liga inglesa, la española y la italiana.
Los números no van a terminar ahí, porque a estas alturas de su vida, cualquier cosa que suceda con el delantero en un terreno de juego desplazará las estadísticas en el futuro. Su juego está causando efectos permanentes en el futbol. En las próximas semanas, Cristiano y la Juventus recibirán la eliminatoria pendiente de Champions vs Olympique de Lyon. Un partido en casa, con marcador adverso (0-1), y una deuda por saldar, son el territorio perfecto para un cazador.
En la mirilla de Cristiano están los franceses, pero con el rabillo del ojo observa la llave que enfrenta al City vs Real Madrid. Los cuartos de final europeos podrían enfrentarlo a su viejo equipo, no en el Bernabéu, sino en Lisboa, donde el portugués jugará de local. En cualquier caso, Cristiano es el protagonista.
Escribe José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo
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