En Colima, el clima siempre caliente y húmedo se combate con lo refrescante de la tuba: una bebida que se vende por toda la ciudad, natural o compuesta, siempre acompañada de cacahuates.
Su origen está ligado a la llegada de la palma de coco a territorio colimote y el uso cultural que los filipinos trajeron sobre ella a México, gracias a la Nao de China, la ruta comercial marítima establecida de 1565 a 1815 entre Asia, América y Europa.
Para bajar esta miel de la palma, los tuberos escalan la palma por el tronco: hay unos pequeños escaloncitos que van cortando para poder agarrarse mejor.
Al subir llevan cuerdas, un cuchillo filoso y recipientes de plásticos con un corte diagonal, lo necesario para extraer la tuba.
Al llegar a la cima, rebanan el vástago de la palma y después colocan el envase donde cae el líquido para recolectarlo. Hay algunas palmas que producen cuatro litros al día pues tienen mucha agua.
La tuba dulce es la fresca, la recién obtenida; y la tuba compuesta es aquella que se fermenta un poco pero que se debe hervir a fin de que no sepa avinagrada.
El texto La palma de coco: regalo de Filipinas a México (siglos XVI- XVII) de Paulina Machuca (del Colegio de Michoacán) explica que en ninguna de las descripciones sobre la flora del Nuevo Mundo de la primera mitad del siglo XVI se menciona a la palma de coco, por lo que se indagó sobre ella en esta región:
“(…) En 1539, estando Álvaro de Guijo en Panamá, mandó una carta a Hernán Cortés en la que le informaba del envío de dos docenas de semillas de coco para que se plantasen en la Nueva España. ¿Qué sucedió con ellas ¿Realmente llegaron a la Nueva España? No lo sabemos. Lo cierto es que, en enero de 1569, en el Puerto de Salagua (hoy Manzanillo, Colima) desembarcó el navegante Álvaro de Mendaña, procedente de las islas Salomón en el Pacífico. Él habría introducido en Colima las primeras semillas del cocotero en el occidente mexicano, como lo aseguraron muchos años más tarde algunos vecinos colimenses. En un testimonio de 1612, cuando las plantaciones de cocotero ya se habían extendido por los actuales estados de Colima y Michoacán, un vecino colimense llamado Francisco Toscano Gorjón, arraigado en dicha villa por más de 60 años, evocó el momento en que “un fulano de Avendaño” dejó las primeras semillas del cocotero en el puerto de Salagua. Así, en la memoria de los colimenses, Mendaña era considerado un héroe por llevar uno de los tesoros verdes más preciados”.
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