El mundo anglosajón lo llama “revenge shopping” o “revenge spending“, es decir, un frenesí de consumo a modo de revancha. Privadas de los viajes turísticos, a veces supervivientes de la COVID-19, algunas personas se han dado un capricho comprando diamantes. Tanto es así que la piedra preciosa es una excepción en un mercado de lujo que se ha visto muy afectado por la crisis ligada a la pandemia. No todas las materias primas se han hundido con la pandemia. Los diamantes son un ejemplo de ello: el año pasado fue mucho mejor de lo esperado.
Como resultado, el año 2020 fue mucho mejor de lo esperado. Y la tendencia parece confirmarse: desde enero se han vendido tantos diamantes como en 2018 en el mismo periodo, 2018 siendo el último año de referencia para las ventas de diamantes, según afirma Karen Rentmeesters, representante de Antwerp World Diamond Center (AWDC), la organización que agrupa a los profesionales del diamante en Amberes (Bélgica).