Un mar de sonido fúnebre resonó este lunes en catedrales e iglesias alrededor del mundo, anunciando el fallecimiento del Papa Francisco a los 88 años. El repique de campanas, una tradición litúrgica que marca el inicio del luto oficial en la Iglesia Católica, se extendió desde Argentina, país natal del pontífice, hasta México y otras naciones como España, Colombia y Perú.
En México, el duelo se sintió con especial intensidad. Templos de todo el país, incluyendo el Estado de México, unieron sus voces en un solemne toque fúnebre de cien campanadas. Este homenaje sonoro trascendió las fronteras de la fe, uniendo a católicos y no católicos en un lamento colectivo por la pérdida de una figura históricamente significativa.
La Catedral Metropolitana de Santa María de Guadalupe en la Ciudad de México, participó con un sonido particularmente conmovedor. Su campana mayor, una de las más grandes del continente, fundida en 1793, resonó con un grave y profundo tañido, extendiendo las 100 campanadas fúnebres por el Centro Histórico, envolviendo la ciudad en un ambiente de solemnidad y recogimiento.
El sonido de las campanas, parte integral del protocolo de la Iglesia ante la muerte de un Papa, fue mucho más que un ritual. Fue un mensaje simbólico que llegó al corazón de millones, un adiós a un líder espiritual que marcó una época y cuyo legado perdurará en la memoria colectiva, tanto de creyentes como de no creyentes. El mundo recuerda al Papa Francisco, y sus campanas aún resuenan con el eco de su partida.
